Cuando hablamos de ruido, nos referimos a aquel estímulo auditivo que es percibido por las personas como algo desagradable, que genera disconfort y malestar. El ruido, sostenido en el tiempo deja de ser percibido como incómodo o molesto ya que las personas terminan mal acostumbrándose a su presencia; se percibe constantemente, pero se normaliza.

Por Nicolás Vega Rojas, arquitecto y Máster en Ciencias, Tecnologías y Salud. Docente de la Escuela de Arquitectura UCN.

«El cuerpo percibe el ruido como una amenaza, y estar expuesto a él, de forma constante y permanente, genera múltiples cambios internos que no benefician a nuestro cuerpo«.

Un estudio, realizado con datos del biobanco del Reino Unido en personas entre 40 y 69 años, sin antecedentes de hipertensión, permitió seguir durante 8 años en promedio, cerca de 240 mil personas a quienes se les relacionó con la exposición a ruidos cotidianos como la carretera, motores en marcha, sirenas y cerca del 10% de las personas estudiadas desarrollaron hipertensión arterial, eso quiere decir, 21 mil personas.

Debemos entender que el cuerpo percibe el ruido como una amenaza, y estar expuesto a él, de forma constante y permanente, genera múltiples cambios internos que no benefician en absoluto a nuestro cuerpo. Dentro de estos cambios nocivos tenemos el aumento de la presión arterial, el aumento de niveles de glucosa, colesterol y cortisol, que es la hormona del estrés.

Por eso a la contaminación acústica no solo se le asocia a la sordera y el aumento de la presión arterial, sino que también a problemas neuromusculares, fatiga, gastritis, insomnio, estrés, irritabilidad, depresión, falta de concentración, dolor de cabeza, ansiedad e infartos.

Por esa razón, investigadores han propuesto usar estos datos para impulsar medidas de salud pública ya que se demostró que la contaminación acústica, tiene un efecto negativo sobre la presión arterial, una de las patologías con mayor morbimortalidad en el mundo, con gran impacto en la calidad de vida de las personas y por consiguiente un gran costo en salud para los países.

Por lo mismo, si ya existen estudios a nivel internacional que demuestran que la contaminación acústica es un problema de salud pública, ¿No será el momento para que el Ministerio de Salud junto a otros ministerios y sus SEREMÍAS, se involucren de manera más activa en la prevención y erradicación de este contaminante?

En Europa, ya existen radares de ruido que permiten identificar vehículos que emitan ruidos sobre la normativa, determinar su ubicación y emitir una multa, porque el ruido es reconocido como el principal contaminante que afecta a las ciudades y en consecuencia a la salud de las personas.

En la Región de Antofagasta, todos los que nos hemos movilizado en transporte público, ya sea en el TransAntofagasta o en el TransCalama, sabemos que además de obsoletas, las máquinas no son silenciosas, sumado al nulo respeto de vías exclusivas y paraderos, que resulta en constantes frenadas y aceleradas en cada esquina para tomar o dejar pasajeros, traduciéndose a que el espacio urbano por donde transita el transporte público y el interior de este, estén saturados de contaminación acústica, convirtiéndose en un medio que enferma a su conductor, a sus usuarios y a los vecinos por donde pasan los recorridos. 

Entonces, al ser la región que produce más litio a nivel mundial y según las proyecciones también podríamos ser el líder en la exportación de hidrógeno verde para el año 2030, ¿Por qué no es la Región de Antofagasta la que recibe los grandes proyectos y planes piloto de buses eléctricos o buses impulsados por hidrógeno verde para sus ciudades, y estos siempre recaen en Santiago? Todos sabemos que los daños por la explotación del mineral que mueve a los vehículos eléctricos e híbridos recaen en nuestra región. 

El Ministerio de Transporte desde el año 2021 viene comprometiendo el electrocorredor con una flota de 40 buses eléctricos para la ciudad de Antofagasta, pero aquí aparecen los plazos que siempre pueden ser postergados, ya que esta iniciativa después se postergó para el 2022 y lo último que se dijo es que estaría funcionando para el primer semestre del 2023. Los estudios indican que serían alrededor de 16 mil personas al día que serían beneficiadas por este proyecto. Pero la salud de las personas sigue postergada, porque la realidad no ha cambiado, y esto no es sólo en Antofagasta, ya que no existe aún, ningún proyecto a corto plazo que incluya las otras ciudades de la región.

Urge un cambio total en cómo nos movilizamos dentro de las ciudades de nuestra región, en primera instancia debemos hacer una rápida transición a un transporte público impulsado por electricidad o hidrógeno verde, un transporte público que no nos enferme y segundo, entender que es necesario facilitar el camino para generar proyectos que sumen otros tipos de movilidades como la bicicleta y el caminar, proyectos que aportan a la salud a de las personas.

Más que una queja, lo expuesto, es una invitación a las autoridades regionales a ver que la grave situación con respecto a la contaminación acústica es una oportunidad. Primero entendiendo lo grave que esta es, segundo estableciendo plazos concretos para los proyectos y mejoras, dejando en claro que es en la región donde se deben realizar los pilotos y las primeras inversiones y todo esto a través de una mirada sistémica que integre urbanismo, transporte público, salud y medioambiente, lo que solo se traduciría en beneficios directos para los ciudadanos y ciudadanas de la región.